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martes, 2 de marzo de 2010

Chico lobo y Chico vampiro parte 2

WARRIOR :
El timbre que proclamaba la libertad de la juventud, osea el de salida acababa de sonar y una multitud de jóvenes emprendían su escandalosa marcha por los pasillos de la escuela, adolescentes de todo tipo se distinguían en toda esa abalancha de carne y huesos.

Populares, no populares, perdedores y profesores se mezclaban como ingredientes listos para ser horneados en el microondas; y entre ese mar de caras, nos encontrabamos Tom y yo.

-¡¡Esto es demencial!!, luego dicen que los raros somos nosotros. Se quejó Tom.

-Camina más deprisa, que ahorita nos atropellan.
Atrás venían trotando, Ricky y Micky los chicos más corpulentos de la escuela, tenían tan pocas neuronas que nadie sabía con exactitud cuanto tiempo llevaban en el mismo grado. Eran leyendas vivientes.
Nos apegamos de espaldas a la pared y sedimos el paso a esos dos mamuts.

-Eso estuvo cerca, dijo Tom y se pasó la mano por la frente.

-Por lo menos nos hubieran fracturado una pierna y eso hubiera bastado para no cometer la locura de esta noche.

-¿Sigues con tus ideas pacifistas?.

-No es eso, solo soy precavido, nada más.

-Da lo mismo,¡¡Quieres ser el proximo Dalai Lama!!. se burló Tom.

-¡Uy!, un pacifista adicto a la sangre, eso si que es original, respondí irónicamente.

Salíamos caminando hacia la calle en busca de un autobús. Pasamos por el grupo de los populares, donde sin falta se encontraba Lucy. La ví un momento y me pareció que el mundo se detenía, todo a nuestro alrededor desaparecía, cubriendose de una completa oscuridad, reluciendo como dos estrellas en el infinito solo Lucy y yo.
Me preguntaba si un Loser, tendría por lo menos una mínima esperanza de salir con una chica como ella.

De pronto impacté con algo sólido y plano, caí al suelo sobre mi mochila, levanté la mirada y pude ver una imensa masa murcular observandome furiosamente desde arriba. Era Ricky, el grandulón sin cerebro.

-¡¿Qué te pasa?!, bramó el imenso Bulldog. Micky se encontraba a su lado y también tenía los ojos llenos de rabia.

-Lo ... Lo siento, dije en tono muy amable y me puse de pie, con un temblor ligero recorriendo mi cuerpo. No quería ser golpeado hasta la muerte, asi que pensé, si pedía disculpas y seguía mi camino evitaría una palisa. Pero no hubo tiempo, sentí como mi cara era golpeada con una iformidable fuerza, empujandome hacia atrás como si la gravedad no existiera, para luego descender fuertemente contra el suelo.

-¡¡Hey!!, gritó tom y se lanzó contra Micky, los dos cayeron al suelo con Tom sobre la bestia, dandole de puñetazos.
Ricky, se alistaba para socorrer a su compañero pero en ese preciso momento, como si estuviera planeado, como si fuera una película y el héroe estuviese a punto de hacer su entrada triunfal ... Una patada, rápida para mis ojos, golpeaba el pequeño cráneo de Ricky, derribandolo, tendiendolo en el suelo como un pesado costal de músculos.

Frente a mí, grandiosamente, valeroso como un héroe griego, se encontraba Percy o Perseo como le solían decir, era el capitán del equipo de Karate.

Micky que se encontraba en el suelo, recibiendo varios golpes como si fuera un saco de box, lanzó con fuerza a Tom y lo estreyo contra el pavimento.
Levantandose, irguiendose como un moderno coloso, vió a Percy con furia y fué hacia su encuentro.

Perseo permanecía de pie, inmutable, inalterable, con una mirada pacífica examinó a su rival y con el más sutil movimiento esquivó los innumerables ataques de su contrincante, sin el mayor esfuerzo. Desplazandose velosmente, Perseo dominaba el campo de batalla, calculando a su oponente, fatigandolo, burlandose de su debilidad, imponiendose como un eclipse a plena luz del día. Ese juego tenía que acabar y Perseo lo sabía. Oscilando a su rival, terminó la lucha con unos cuantos golpes en la cara, abdómen y pantorrillas, dejando caer a Micky inconciente, en un sueño profundo.

No sabía que decir, estaba atónito, confundido, me sentía ridículo, siendo rescatado como a una princesa encadenada a una roca.
La multitud que se había reunido para presenciar la pelea se marchaban satisfechos, listos para subir a internet el espectáculo que acababan de grabar desde sus celulares.
Ricky y Micky fueron auxiliados por sus compañeros de grupo y cargandolos entre varios fueron llevados a la enfermería.

-Gracias, dijo Tom. Que se levantaba del suelo muy adolorido.

-Si gracias, no debiste, añadí. Y me levante del suelo.
Percy nos vió pensativo, luego sonrío y dirigiendonos el pulgar hacia arriba, dijo:

-No es nada, de todas formas odio a los abusivos.

-Cierto, yo también los odio, más si es a mí de quien abusan, dijo Tom, dibujando una amplia sonrisa en su rostro.Observé a Percy, nos vimos por unos segundos y reímos juntos.

-¿Te gustan los juegos?, preguntó Tom, de improviso, dirigiendole una sonrisa complice a Percy.

-Depende de la clase de juego a que te refieras, respondío.

-¡No involucres a más personas Tom!, repliqué, frunciendo el ceño.

-Relajate, solo estamos charlando. Y sonrió irónicamente.

-¿De que hablan muchachos?, preguntó Percy y movió su cabeza de un lado al otro para observarnos desorientado.

-Nada importante, dije.

-De nada, si es que aceptas la superficialidad en nuestra escuela, añadió Tom.
Percy se mantuvo de pie, en silencio, observandonos cuidadosamente, era evidente que no entendía nada, pero logré advertir en sus ojos un brillo que me era familiar, lo había visto antes y ahora lo recuerdo, era el mismo brillo que adquiere Tom en sus ojos cuando tiene en mente una idea riesgosa.

-No sé exactamente el propósito pero parece interesante,
¿Porqué no me detallan más la situación?, sugirió.
Tom le contó todo con lujo de detalles, luego de acabar con su relato exagerado, añadió :

-Ya tenemos a un compañero más para el botín de esta noche, mirandome alegremente.

-¿Cuál botín?, pregunté.

-Vamos Gabriel, no seas un aguafiestas.

-No se peleen chicos, de cualquier manera ya tenía en mente darles una lección a ese grupito de niños mimados. Dijo Percy, en tono muy serio.

-¡¡Así se habla!!, alentó Tom.

-Dos contra uno, decisto, ¡Bienvenido al equipo Percy!.

-¡Gracias!, respondió.
Era mediodía, el sol brillaba esplendorosamente quemando nuestras pieles.
Casi toda nuestra escuela había emprendido el viaje a sus hogares, en los viejos, incomodos y sofocantes autobuses.
El último en salir fué el señor Olmedo, con su brillante calva iluminada por el sol, caminaba alejandose de nosotros.
Percy, Tom y yo lo vimos caminar hasta que su silueta se perdía de vista y solo se distinguía el brillo de su calva.

Continuará ...

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