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sábado, 8 de enero de 2011

TOMMY y los juegos vampíricos

Como ser un vampiro y no morir en el intento. Parte lV

Las pesadillas de Tommy iban siendo más cotidinas. Pero esta, a diferencia de las demás. Le fué totalmente aterradora.

Las paredes de la habitación eran de color rosa, con posters gigantescos de los grupos de pop más populares del año.

Había una cama destendida y un reloj de mesa se hallaba destrozado sobre la alfombra, emitiendo un insesante tintineo.

El ambiente se mantenía en silencio, solo el resonar del reloj en la alfombra y las respiraciones agitadas de dos personas, llenaban la habitación.

Tommy o lo que quedaba de él, se ocultaba en una esquina; camuflado por las sombras.

Sostenía por la cintura a una chica esbelta, de rizos color caramelo que le caían sueltos por encima del hombro, cubriéndole toda la espalda pero dejando al descubierto gran parte de su cuello. Tenía los labios sobre aquél lugar y los dientes perforando duramente. Provocando que cayeran dos pequeños hilos de sangre, que se le escurrían por el vestido blanco de la muchacha.
Lo único que se veía de Tommy, era su figura encorbada y sus ojos que brillaban como los de un fiero animal.


La muchacha, que hasta ese momento había perdido la conciencia, la recuperó de pronto, como si un balde de agua fría le hubiese caído sobre la piel, haciéndola tiritar y erizarle la piel.

Abrió los ojos, de un color cielo y trató de controlar sus nervios. Intantaba recordar lo que había ocurrido exactamente. Pero ya lo sabía, lo había sospechado los últimos días, pero se negaba a reconocerlo.

Acercó sus labios al oído de su atacante y susurró dulcemente algunas palabras, tan terroríficas que Tommy abrió los ojos como platos y le pareció que su mundo daba un vuelco de ciento ochenta grados. El miedo se apoderaba de él, haciendo que su corazón latiera con más fuerza.

Despegó sus labios manchados de sangre de inmediato. Sintiendo como sus dientes se desprendían del cuello de su víctima, como dos afiladas agujas. La muchacha dió un quejido de dolor y seguidamente fijó sus ojos en los de Tommy. Aún sostenida de la cintura por los fuertes brazos de su atacante. Le sonrió debilmente, abriendo sus labios como si fueran dos pesados neumáticos, luego repitió lo que le había susurrado anteriormente.

-Tomás, soy Mary.

Y con estas palabras, el mundo de sombras de Tommy se llenó de luz blanquecina, como si alguien hubiese encendido un foco gingantesco, cegándolo y abrumando su alma de miedo puro y terrorífico.


Se levantó sobresaltado, respirando rápidamente, con la cara y el cuerpo empapados de sudor.
Su mirada se encontraba perdida sobre un punto ciego, deambulando en un paraíso de colores. Asimilando la idea que todo había sido un mal sueño.
Pero no pudo olvidar la sangre que le chorreaba por los labios y, más importante aún, que era la sangre de Mary.

Su vecina, a quien amaba en soledad. Y aunque no habían intercambiado más de dos frases en toda su vida, resultaba tenebroso soñar con ella. En especial, si en el sueño le está succionando hasta la última gota de sangre de su frágil cuerpo. En vez de soñarla desnuda, como sería lo normal.

Esa idea hizo que se sonrojara y lo ayudó a tragar saliba.

Mientras olvidaba el mal rato, no podía evitar imaginarse a su vecina en lencería. Esa idea le volvió a poner la cara del color de un tomate, y juró no participar más en las conversaciones eróticas de Héctor y Donan.

-¿Un mal sueño?-Preguntó Teddy. Con su habitual voz chillona.
Sobre el escritorio de Tommy; recostado sobre la computadora.

El oso de peluche como era de imaginar, no dormía y a Tommy le resultaba incómodo que lo observaran mientras quedaba inconciente.
Pero fuera de eso, no se le cruzó la idea que un oso de felpa pudiera estar enterado sobre los sueños. Esa idea ni se le asomaba por la calabaza

-No es nada.-Respondió. Despistado, evadiendo la mirada de su pequeño amigo. Que al contraste con la oscuridad, resultaba tenebroso. Ahora con mucha más razón, ya que acababa de tener una pesadilla.

Aún faltaba mucho para el amanecer y a Tommy no le apetecía volver a dormir. Miró a la luna por su ventana, brillando en el infinito como un gran foco de luz.

Continuará...

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