El extraño caso del niño perdido:
-Solo cuida al muchacho, ¿si?.
-¿Qué demonios significa esto Charlie?.-Vociferó el jefe.
-Es un niño...
-No te pases de listo conmigo. ¿Porqué lo has traído?.
-Es una larga historia jefe, ahora no cuento con mucho tiempo. Se lo encargo...
-¡Maldito, más te vale regresar pronto!.-Grunó el jefe, cuando Charie ya había cerrado la puerta de la oficina a sus espaldas.
En la Metrópolis, los crímenes eran como el cereal de todos los días: ''Siempre te encuentras con una sorpresa al final de la caja''. Drogas, sexo, sexo y alcohol, son los valores sobresalientes de esta ciudad.
Pero lo que la hace única e irrepetible, es que tiene por huéspedes... caminando por las calles, libres como una jauría de lobos... a demonios. No los típicos demonios de las escrituras y pinturas; de cuerpos rojizos, mirada maliciosa y sobresalientes ojos amarillos, cuernos en la frente y cola puntiaguda. Si no Demonios, verdaderas criaturas del mal.
Y ustedes se preguntarán: ¿Cómo combaten a semejantes inquilinos?. La respuesta vedría a ser una pequeña casa ubicada en los suburbios de la Metrópolis, conocida como la AGENCIA PARA PROBLEMAS DEMONIACOS. La cuál alberga a profesionales no licenciados para combatir a dichos personajes maliciosos. Por ejemplo Charlie, llegó como hace menos de un año a la agencia y, ya es todo un experto.
Por lo general es él quien resuelve la mayoría de los casos, aunque también está Paul. Quién cayó literalmente en la agencia; (huyendo de los Rompe costillas, después tuvo que pagar los gastos del tejado)unos meses antes de la llegada de Charlie.
Los dos son buenos muchachos, pero no es lo que opina el Jefe. ÉL siempre dice: ''uno de estos días voy a terminar asesinando a unos de estos hijos de puta'', y sigue repitiendo la misma frase cada vez que Charlie hace alguna estupidez.
-¡Uno de estos días, voy a terminar asesinando a este hijo de puta!.-Vociferó el Jefe, desprendiendo un poco de saliba sobre la mesa.
-Tranquilicesé Jefe, ya sabe como es Charlie. Siempre tiene un por qué para todo.-Mencionó Roberto, mientras escribía en su vieja maquina de escribir.
-No estaré tranquilo, hasta que se lleve a este niño de aquí.-Dijo, señalando al pequeño niño que se encontraba sentado sobre una silla ubicada en una esquina, que por cierto estaba atestada de posters de actrices porno.
-Primero que nada, sáquelo de ese lugar.-Aconsejó Roberto, frunciendo el ceño.
-¡Hey, niño!. Acércate aquí de inmediato.-Ordenó el Jefe, apretando los dientes.
Pero el niño no se movió de su lugar. Tenía la cabeza mirando hacia el suelo. Su cabellera rubia le cubría todo el rostro.
-¡He dicho que te acerques!.-Volvió a vociferar el jefe. Pero esta vez alzando la voz a un tono más alto.
Pero el niño seguía con la cabeza gacha y sus cabellos cubriéndole toda la cara.
-¡Maldito engendro!. Si no vienes en este preciso momento, te daré la tunda de tu vida.
-El señor me dijo que no me moviera de este lugar.-Contestó el niño. Con un timbre de voz muy bajo, pero manteniendo la mirada en el suelo.
Por unos segundos, la agencia se vió abrumada de un silencio poco habitual en aquellas cuatro paredes.
-Pero yo soy el jefe del buena para nada al que llamas señor, así que acércate.-Logró decir el Jefe. Ocultando las pequeños fragmentos de miedo que se habían apoderado de él.
El niño se puso de pie, pero sin quitar de vista el suelo. Sus cabellos dorados se balanceaban conjuntamente con su cuerpo. De un lado a otro, cual si fuera un zombie.
Cuando llegó frente al escritorio del jefe, se quedó parado como una estatua, hasta daba la pequeña sensación de que no respiraba.
-¡Mirame a los ojos, no seas maleducado!.-Exigió el Jefe, incorporándose de su asiento.
El niño levantó la cabeza lentamente, tan lento como si le costara hacerlo. Cuando la tuvo tan alto que pudo ver los ojos del jefe, este sintió un miedo incomprensible, como si una sensación de soledad y desánimo se hubiese apoderado de él.
Los ojos del niño eran azules, pero profundos como el mar. Relajadas y sin expresión en su mirada.
Con un gran esfuerzo, el jefe desvió la mirada de los ojos del muchacho y dijo con voz bacilante:
-Puedes sentarte en esa silla de allí.-Dijo, señalando con su mano el escritorio de Charlie. Mientras un ligero temblor le corría por el brazo.
-¿Se encuentra bien jefe?.-Preguntó Roberto, al notar el rostro inexpresivo y el sudor frío que parecía haberse apoderado del jefe.
-Temo decirte, Roberto... que tengo la terrible sensación de que todo va empeorar.-Dijo en voz baja, luego añadió: -Niño, ¿Cuál es tu nombre?.Preguntó, dirigiéndose al muchacho que había vuelto a adoptar la posición de siempre.
-Deimos, señor.-Respondió el niño, sin alzar la vista del suelo.
El jefe abrió los ojos como platos, el sudor de su frente comenzó a deslizarse por sus mejillas y Roberto que nunca había visto semejante expresión en el rostro del jefe. No pudo evitar, aterrorizarse de la misma forma.
-Charlie... eres un maldito hijo de puta.-Dijo el jefe, para sus adentros.
Continuará...
martes, 21 de junio de 2011
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