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viernes, 26 de marzo de 2010

Soldado Technicolor

Guarda mi amor para una tarde gélida.

En algún rincón del mundo, escondido como un bandido, se encuentra un personaje pintoresco. Libre de hacer las cosas que quiera, simplemente un muchacho de aquellos tiempos felices. Siempre llendo de aquí para allá, con su andar de movimientos laterales, siempre con sus lentes de sol, brillando con luz blanquecina. Si fuiste su vecino, de seguro no olvidarás el sonido de su guitarra a medianoche o, un que otro gemido de placer, acompañados de pequeños ruidos de cama. Ese chico misterioso, deseoso de libertad. Ese chico pop, con sus frases simples, hacian que la vida lo fuera por escasos segundos.

Ese chico se llamaba Dante, y nunca olvidaré como desapareció de las calles, llevandose el brillo de sus lentes de sol, aquella noche cuando sus sueños se desvanecieron.
A sus diesiocho años, fué enviado a la guerra. No puedo contar lo que ocurrió en ese maldito lugar, por que no estuve allí. Pero puedo tener la seguridad que fué un infierno. Logré leer sus últimas palabras, escritas seguramente en una situación penosa, de puño y letra para su entonces novia, Lucy.

Diciembre de 1940
para : Lucy evans.


Odio este maldito lugar, llevo tres días sin dormir, el enemigo esta cerca y tengo que estar alerta. Algunos soldados lloran por las noches, trato de ser fuerte y rezar para que esta situación termine. Ayer murió mi mejor compañero, Henry. Todavía no puedo borrar de mi mente, el color rojo de su sangre y sus súplicas para que le salvaran la vida. Antes que cierre sus ojos, ví como las lágrimas rozaban sus mejillas manchadas de barro. Mientras escribo, la noche está misteriosamente silenciosa, y eso me aterra. Estos últimos días, estuve pensando en nuestra relación, para ser sincero, no creo salir con vida de aquí. Lucy, te amo como nunca amaré a otra mujer, te deseo lo mejor y espero que encuentres a una persona que te sepa amar con locura. Mandale mis saludos a tus padres y dile a mi madre, que a pesar de no haberle escrito ni una sola carta en todo este tiempo, la última imagen que me llevaré al otro mundo, será la suya. Y dile al pequeño Mike, que la próxima vez que juguemos baseball, no le dejaré ganar.

Dante Stevens.
Un maldito soñador, que coloreó su vida muy a menudo.

Gracias Dante, aún me debes ese partido de baseball.

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