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miércoles, 22 de junio de 2011

Enigma

El extraño caso del niño perdido. Parte ll

Todo indicaba que Charlie se hallaba siguiendo un caso. Pero el jefe no sabía nada al respecto, aunque no sería la primera vez que Charlie no le notificara antes de emprender una investigación.

-Un vaso de Fresh-Kola.-Pidió Charlie, sentado en la barra del BAR NÉMESIS.

Era el sitio preciso para comenzar una investigación. Siempre y cuando tuvieras el valor de ingresar. Podrías sacar información valiosa sobre los sucesos más importantes de toda la Metropolis.

En el lugar habían muchas mesas, pero esa mañana solo estaban ocupadas dos. Charlie bebió de su vaso con mucha tranquilidad, mientras detrás de él, una conversación se daba lugar.

-Lo tienen oculto en el Circo.-Dijo uno de los hombres sentados en la mesa. Era corpulento y de mirada severa, tenía una gran cicatriz en la mejilla izquierda.

-¿Circo?... que extraño lugar, para ocultar... -Agregó su compañero. Quien era de contextura delgada y ojos saltones como los de un sapo.

En ese preciso momento, la puerta del bar se abrió con gran brusquedad, provocando que los presentes voltearan la mirada hacia la entrada.
De inmediato, hizo su ingreso una mujer de mediana estatura, de exelente silueta y cabello largo. Con un sombrero ancho que le cubría los ojos, pero que dejaba a la vista unos labios boluptuosos y una sonrisa coqueta.

Tomó asiento al lado de Charlie, como si fuese lo más normal del mundo. El cantinero la vió con ojos incrédulos, luego tomó su orden.

-Un whisky doble, por favor.-Pidió en tono cortéz, con un timbre de voz que acariciaba las notas más dulces.

El cantinero se quedó de piedra por unos segundos, luego dió media vuelta y comenzó a preparar el trago.

-¿No es muy temprano aún?.-Preguntó Charlie.

-¿Disculpe?.-Dijo la mujer, volviendo el rostro en dirección de Charlie.

Hubo una pausa, luego Charlie colocó el vaso vació en la mesa y respondió con voz despreocupada.

-Disculpeme, señorita. Me tomé el atrevimiento de hacer un comentario acerca del tiempo y las bebidas.

-Disculpeme usted a mí. Pero aún sigo sin entenderle.-Respondió la mujer, arquenado las cejas. Sus ojos brillaban como el día más soleado que pueda imaginarse.

Era raro ver mujeres por el bar NÉMESIS, a menos que se traten de prostitutas o meseras. El término, mujer bonita, era completamente inexistente en aquél lugar.

-Dejeme decirle que no es la primera en recordármelo. Fué un gusto el poder haber intercambiado unas cuantas palabras con usted... Evangeline.-Dijo Charlie, acomodándose su sombrero. Luego se puso de pie y caminó hacia la salida.

-¿Cómo sabe mi nombre?.-Preguntó Evangeline, muy sorprendida.

-No lo supe, pero ahora lo sé.-Respondió Charlie, mientras alzaba un brazo en señal de despedida. Abrió la puerta y salió del resinto.

En la metropolis, existe solo un tipo de justicia. Y aquella justicia cuenta con un nombre y un rostro. El nombre: Los rompe costillas. El rostro: Mr.Smith. Pero muy alejada de aquella justicia, se encuentra la AGENCIA y los CAZADORES DE DEMONIOS.

Aunque la agencia podría considerase una especie de justicia limitada, los cazadores eran todo lo contrario a Mr. Smith y el Jefe.
No gozan de principios, ni reglas... ni humanidad. Se dedican exclusivamente al exterminio de cualquier criatura que no sea normal. Si tienes seis dedos en un pie, date por muerto.

Es muy difícil reconocer a un cazador, siempre van disfrazados y se mueven como el rayo. Pueden caminar a tu lado, reír a tu lado, hasta dormir al lado tuyo. Y sólo te enterarás, cuando ya estén a muchos kilometros a la redonda.

Pero Charlie tenía un don, una especie de corazonada para descubrirlos. Siempre que un cazador estaba a menos de 3 metros de él. Sentía un pinchazo en el pecho, advertencia, o como él suele decir: ''-Hay un hijo de puta merodeando por aquí''.

Aparte del pinchazo, suele ver, en la mayoría de los casos, el nombre del cazador escrito en la frente del mismo. O como el suele decir:''-Te pillé, hijo de puta''.

El tiempo fuera del bar, se extendía gris por los cielos y nostálgico en los corazones de los terrestres. Nubes negras amenazaban con regar lluvia sobre las cabezas huecas que merodeaban las calles, excasos de paraguas.
Charlie acomodó el cuello de su gabán y se cubrío los ojos con el sombrero. Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones y caminó por las calles alborotadas de transeuntes con su peculiar andar de lado a lado, hasta un taxi que se hallaba estacionado bajo un aviso que decía:''Prohibido estacionarse''.

-A Goods winds, por favor.-Dijo Charlie, acercándo el rostro por la ventanilla del copiloto.

-Lo siento, no llevo a personas sospechosas.-Respondió el conductor. Volviéndo a leer el diario que llevaba en las manos.

-¿Disculpe?.

-Ya le dije, señor. No llevo a personas sospechosas.-Volvió a responder el conductor. Sin quitar los ojos del periódico.

-¿Qué le hace pensar semejante disparate?.-Preguntó Charlie, tratando de calmar sus ansias de cometer asesinato.

-Trae un sombrero y gabán.-Dijo el conductor, en tono despreocupado.

Hubo una pausa, luego Charlie, conteniendo la ira que comenzaba a ponerle la cara del color de un tomate, volvió a preguntar:

-¿Y?.

-No sé usted, señor. Pero de donde yo vengo, suelen decir, que un tipo con sombrero y gabán, no puede ser un simple vendedor de cepillos eléctricos.-Respondió el conductor, soltando un bufido.

-¡Lo que acaba de decir, es la cosa más estúpida que he oído en toda mi vida!.-Vociferó Charlie.

-Mire, amigo. Ya estoy comenzando a perder la paciencia, larguese antes que alguien salga herido.-Amenazó el conductor, acercando el rostro al de Charlie.

Para estos casos, Charlie también contaba con un refrán. En la agencia suelían decir: ''Si un tipo es lo suficientemente estúpido como para amenazar a una persona que no conoce. Es lo suficientemente estúpido, para recibir una palisa''.

El cristal del copiloto estalló en la cara del conductor. Charlie lo tomó por el cuello de la camisa y lo sacó del auto con una fuerza sobrehumana.

El tipo se tendió en el suelo con las piernas doblas y los brazos sobre el rostro. Pero aquella posición, no lo libró que lo molieran con una serie de patadas dirigidas a todo su cuerpo.

La sangre roja, como la cólera de Charlie, comenzó a correr por el pavimento, el conductor pedía ayuda, mientras Charlie lo dejaba con los huesos quebrados, para introducirse y encender el auto.
Las llantas traseros emitieron un ruído furioso, el olor a quemado se perdía en el caótico tráfico de aquella típica mañana en la Metrópolis.

Continuará...

martes, 21 de junio de 2011

Enigma

El extraño caso del niño perdido:

-Solo cuida al muchacho, ¿si?.

-¿Qué demonios significa esto Charlie?.-Vociferó el jefe.

-Es un niño...

-No te pases de listo conmigo. ¿Porqué lo has traído?.

-Es una larga historia jefe, ahora no cuento con mucho tiempo. Se lo encargo...

-¡Maldito, más te vale regresar pronto!.-Grunó el jefe, cuando Charie ya había cerrado la puerta de la oficina a sus espaldas.

En la Metrópolis, los crímenes eran como el cereal de todos los días: ''Siempre te encuentras con una sorpresa al final de la caja''. Drogas, sexo, sexo y alcohol, son los valores sobresalientes de esta ciudad.
Pero lo que la hace única e irrepetible, es que tiene por huéspedes... caminando por las calles, libres como una jauría de lobos... a demonios. No los típicos demonios de las escrituras y pinturas; de cuerpos rojizos, mirada maliciosa y sobresalientes ojos amarillos, cuernos en la frente y cola puntiaguda. Si no Demonios, verdaderas criaturas del mal.
Y ustedes se preguntarán: ¿Cómo combaten a semejantes inquilinos?. La respuesta vedría a ser una pequeña casa ubicada en los suburbios de la Metrópolis, conocida como la AGENCIA PARA PROBLEMAS DEMONIACOS. La cuál alberga a profesionales no licenciados para combatir a dichos personajes maliciosos. Por ejemplo Charlie, llegó como hace menos de un año a la agencia y, ya es todo un experto.

Por lo general es él quien resuelve la mayoría de los casos, aunque también está Paul. Quién cayó literalmente en la agencia; (huyendo de los Rompe costillas, después tuvo que pagar los gastos del tejado)unos meses antes de la llegada de Charlie.
Los dos son buenos muchachos, pero no es lo que opina el Jefe. ÉL siempre dice: ''uno de estos días voy a terminar asesinando a unos de estos hijos de puta'', y sigue repitiendo la misma frase cada vez que Charlie hace alguna estupidez.

Uno de estos días, voy a terminar asesinando a este hijo de puta!.-Vociferó el Jefe, desprendiendo un poco de saliba sobre la mesa.

-Tranquilicesé Jefe, ya sabe como es Charlie. Siempre tiene un por qué para todo.-Mencionó Roberto, mientras escribía en su vieja maquina de escribir.

-No estaré tranquilo, hasta que se lleve a este niño de aquí.-Dijo, señalando al pequeño niño que se encontraba sentado sobre una silla ubicada en una esquina, que por cierto estaba atestada de posters de actrices porno.

-Primero que nada, sáquelo de ese lugar.-Aconsejó Roberto, frunciendo el ceño.

-¡Hey, niño!. Acércate aquí de inmediato.-Ordenó el Jefe, apretando los dientes.
Pero el niño no se movió de su lugar. Tenía la cabeza mirando hacia el suelo. Su cabellera rubia le cubría todo el rostro.

-¡He dicho que te acerques!.-Volvió a vociferar el jefe. Pero esta vez alzando la voz a un tono más alto.
Pero el niño seguía con la cabeza gacha y sus cabellos cubriéndole toda la cara.

-¡Maldito engendro!. Si no vienes en este preciso momento, te daré la tunda de tu vida.

-El señor me dijo que no me moviera de este lugar.-Contestó el niño. Con un timbre de voz muy bajo, pero manteniendo la mirada en el suelo.
Por unos segundos, la agencia se vió abrumada de un silencio poco habitual en aquellas cuatro paredes.

-Pero yo soy el jefe del buena para nada al que llamas señor, así que acércate.-Logró decir el Jefe. Ocultando las pequeños fragmentos de miedo que se habían apoderado de él.

El niño se puso de pie, pero sin quitar de vista el suelo. Sus cabellos dorados se balanceaban conjuntamente con su cuerpo. De un lado a otro, cual si fuera un zombie.
Cuando llegó frente al escritorio del jefe, se quedó parado como una estatua, hasta daba la pequeña sensación de que no respiraba.

-¡Mirame a los ojos, no seas maleducado!.-Exigió el Jefe, incorporándose de su asiento.

El niño levantó la cabeza lentamente, tan lento como si le costara hacerlo. Cuando la tuvo tan alto que pudo ver los ojos del jefe, este sintió un miedo incomprensible, como si una sensación de soledad y desánimo se hubiese apoderado de él.
Los ojos del niño eran azules, pero profundos como el mar. Relajadas y sin expresión en su mirada.
Con un gran esfuerzo, el jefe desvió la mirada de los ojos del muchacho y dijo con voz bacilante:

-Puedes sentarte en esa silla de allí.-Dijo, señalando con su mano el escritorio de Charlie. Mientras un ligero temblor le corría por el brazo.

-¿Se encuentra bien jefe?.-Preguntó Roberto, al notar el rostro inexpresivo y el sudor frío que parecía haberse apoderado del jefe.

-Temo decirte, Roberto... que tengo la terrible sensación de que todo va empeorar.-Dijo en voz baja, luego añadió: -Niño, ¿Cuál es tu nombre?.Preguntó, dirigiéndose al muchacho que había vuelto a adoptar la posición de siempre.

-Deimos, señor.-Respondió el niño, sin alzar la vista del suelo.

El jefe abrió los ojos como platos, el sudor de su frente comenzó a deslizarse por sus mejillas y Roberto que nunca había visto semejante expresión en el rostro del jefe. No pudo evitar, aterrorizarse de la misma forma.

-Charlie... eres un maldito hijo de puta.-Dijo el jefe, para sus adentros.


Continuará...