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viernes, 1 de julio de 2011

Enigma

El extraño caso del niño perdido. Parte lll

-Jefe...¿se encuentra bien?.-Preguntó Roberto.

-Deimos... Deimos...-Murmuró el Jefe, haciendo caso omiso a la pregunta.

En ese instante, la puerta se abrió con gran estruendo. Permitiendo que el viento entrara violentamente, provocando que algunos documentos salieran volando de los escritorios. Aquél incidente, hizo que el Jefe saliera del estado reflexivo que había adoptado hasta ese momento. Dirigió su atención a la entrada, Roberto hizo lo mismo.

Un hombre corpulento se hallaba en el umbral de la puerta, llevaba en sus hombros un enorme jabalí muerto. Sus rasgos eran toscos, rudos, duros como una roca. Su cabello era corto y peinado hacia atrás. Tenía una cicatriz en el ojo izquierdo y pendientes en las dos orejas.

-¡Aquí me tienen de vuelta!.-Dijo el sujeto, al tiempo que soltaba al animal muerto sobre el suelo.

-Esta vez regresaste muy pronto.-Mencionó Roberto, con una sonrisa dibujada en el rostro.

-Paul... recoge esa cosa que acabas de soltar.-Dijo el Jefe, en tono severo.

Paul se pasó una mano por el cabello y mientras una sonrisa azomaba en su rostro duro, tomó al jabalí por una pierna y lo puso nuevamente en sus hombros, como si hubiese recogido un lapicero y no un animal de por lo menos 100 kilos.

-Siento regresar con vida, Jefe.-Comentó Paul.

Roberto no pudo evitar soltar una carcajada.

-El que lo siente más, soy yo Paul. Ahora no es un buen momento para que te pongas sentimental.-Dijo el Jefe, volviéndo a poner los ojos sobre Deimos.

Paul se percató del cambio repentino en el rostro del Jefe y volvió la vista en la misma dirección.

-¿Y ese muchacho?.-Preguntó, señalando a Deimos.

-Me temo que Charlie acaba de cometer otra estupidez.-Respondió el Jefe.

Paul arqueó las cejas, luego dijo:

-¿A que se refiere, Jefe?.

-Preguntale su nombre -Dijo el Jefe.

-¡Hey, chico! ¿Cómo te llamas?.-Preguntó Paul.

-Deimos, señor.-Respondió el joven, sin quitar de vista el suelo.

-Bueno, Jefe. Ya lo oyó, su nombre es Deimos.-Dijo Paul, dirigiendo su mirada a los ojos inexpresivos del Jefe.

-Usa la cabezota, Paul.-Respondió, perdiendo la paciencia.

Paul se quedó de piedra, intentando pensar. Pero ese no era una de sus virtudes.

-Deimos... Paul. ¡¡Deimos!!.-Vociferó el Jefe, volviendo a perder la paciencia.

-Lo siento Jefe, pero aún sigo sin entenderle.

El Jefe se llevó la mano al rostro y con el sudor brillandole en la frente, dijo :

-Deimos... Hades... el inframundo... ¿Ahora entiendes?.

Paul abrió los ojos como platos, luego volvió la mirada en dirección del muchacho que tenía la cabeza gacha. Y aunque no tenía el aspecto de un Dios, podía confiar plenamente en la palabra del jefe.

-Deimos... ¿El dios del miedo?.-Preguntó, con absoluta preocupación.

-Exacto paul... ese Deimos.

La agencia vólvió a sumergirse en un silencio profundo. Paul, el Jefe y Roberto parecían tres estatuas esculpidas en arcilla.

-Pero... pero... ¿Qué demonios hace un dios aquí?.-Preguntó Paul, saliendo del trance.

-Es la misma pregunta que lleva merodeando mi cabeza, desde que Charlie lo dejó aquí.-Respondió el Jefe.

-Charlie... ya me lo debía estar imaginando.-Agregó Paul.

-Señor, si lo que usted dice es cierto. No le parece que es un poco arriesgado tenerlo aquí.-Dijo Roberto, quien hasta ese momento había oído todo con ojos abiertos como platos.

-Me temo que tienes razón, pero no podemos hacer más. Debemos, aunque me tema... confiar en charlie.-Respondió el Jefe, golpeando su escritorio con las dos manos.

-Bueno, si me deja. Puedo ir a por Charlie.-Sugirió Paul.

El jefe se quedó en silencio por unos segundos, con el rostro totalmente inexpresivo y el ceño fruncido. Luego de analizar la propuesta de Paul dijo:

-No... te necesitamos aquí por si sucede algún imprevisto.

Paul se quedó en silencio, aunque tenía muchas ganas de encontrar a Charlie y partirle la cara, no podía desobedecer una orden del Jefe.

Luego volvió la vista en dirección de Deimos, mientras una idea se le asomaba en su pequeña cabeza.

-¿Por qué dice que es arriesgado tenerlo aquí?.

-Es un dios, Paul - Dijo el Jefe. -Y es mejor, no meterse con ellos - Sentenció, mientras apretaba los dientes.

-Y ... si le preguntamos a él.-Sugirió Roberto.

-Cierto, de seguro nos puede decir algo interesante -Agregó Paul.

El Jefe solo atinó a asentir levemente, el sudor frío parecía intensificarse en todo su cuerpo. Ahora le sudaban las axilas y las manos le comenzaban a temblar.

-Deimos... ¿Sabes porqué motivo, Charlie te trajo aquí? -Preguntó Paul.

Hubo una pausa, que volvió a llenar el ambiente de un silencio incómodo.

-No debo hablar... no debo, señor -Respondió Deimos.

Paul, Roberto y el Jefe intercambiaron miradas. Luego aguardaron en silencio hasta que Paul volvió a decir:

-Entiendo... es un secreto. Pero si nos lo cuentas... tal vez podamos ayudarte.

El ambiente volvió a cargarse de una energía pesada y negativa. Pero en ese instante, mientras aguardaban la respuesta de Deimos, la puerta de entrada volvió ha abrirse, pero esta vez con mucha suavidad.

Los presentes en la agencia, voltearon al unísono con los ojos abiertos como platos. Como si la mano esquelética de la muerte, hubiese asomado por la puerta.

-¿Qué les sucede muchachos? -¿Acaso han vuelto a meterse con la mujer de un ganster? -Preguntó en tono irónico la mujer que había ingresado.

Era alta, con ojos afilados como cuchillos. Llevaba el cabello recogido en una cola de caballo que le llegaba hasta la cintura. Su rostro era terso y de rasgos finos. Iba vestida con botas negras, una falda corta y una blusa igual de pequeña. Su silueta era hermosa, perfecta, como solo la podrías imaginar en tus sueños.

-Jefe, cuando se refirió a ''si sucede algún imprevisto''. ¿Lo dijo por Téa? -Comentó Paul, volteando el rostro hacia un lado, para ocultar la sonrisa que empezaba a dibujarse en su rostro de piedra.

Téa arqueó las cejas, luego puso sus manos sobre su estrecha cintura y en tono airado dijo:

-Muy gracioso, Paul. Me parece que la palisa que te dí el otro día, no te fué suficiente.

Paul se encogió de hombros y el rostro se le puso del color de un tomate.


-Todos saben que me dejé ganar, golpear mujeres no es mi estilo -Dijo en tono altanero, pero tratando de ocultar su verguenza.

Téa dió un paso amenazante en dirección de Paul. Pero el Jefe la detuvo en un tono muy severo:

-Téa... tenemos problemas. Deja los juegos para otro momento.

-Uno muy grande... como tus senos.-Agregó Paul.

Teá lo fulminó con la mirada.

-De que se trata Jefe.-Dijo Téa, volviendo el rostro en dirección del Jefe.

El Jefe dió un gran suspiro, antes de hablar.

-Comenzaré diciendo que ni yo tengo la mínima idea de como va terminar esto, pero conociendo al involucrado tal vez te puedas dar una idea.

Si miras el escritorio de Charlie, podrás ver a un muchacho.

-Charlie... -Murmuró Téa, interrumpiendo al Jefe.

-Bueno, ya te vas haciendo una idea. Pero como te decía, aquél muchacho fué traído aquí por Charlie. ¿Porqué motivo?, solo él y el muchacho lo saben. Sólo sé y creo que aquí es donde el tema nos concierne a todos nosotros. Es que el aquél muchacho, no es un simple muchacho.

Téa arquéo las cejas y puso cara de '' de que diablos hablas''.

-A lo que me refiero es que no es mortal.-Dijo el Jefe, al notar el gesto confuso de Téa.

-¡Ya Paul! ¿Qué cosa le pusiste al café del Jefe?.-Vociferó Téa.

-¡Ya basta!, ¿No veén que esto es serio?.-Comentó Roberto, indignado.

-Pero... como dice... -Comenzó a replicar Téa, pero fué interrumpida por el Jefe.

-¡Es un Dios! ¡No es mortal! ¿Entiendes, Téa?. Es el Dios del miedo, Deimos.

Téa se quedó de piedra por unos segundos. Y no por oír que el muchacho sentado en el sitio de Charlie fuese un Dios. Si no por el aspecto nervioso y alterado del Jefe. Nunca, desde que llegó a la agencia lo había visto tan desesperado. No desde la vez que Charlie intentó filtrarse en la oficina de los Rompe Costillas.

-De acuerdo, Jefe. Lo comprendo, pero trate de tranquilizarse.-Sugirió en tono amable. Luego continuó: -Pero si es el verdadero Deimos... ¿Donde está su hermano, Fobos?.

En ese instante, el ambiente se tornó pesado. Costaba respirar y el sudor no tardó en apoderarse de los cuerpos presentes. Luego Deimos, quien no había mencionado palabra hasta ese momento, comenzó a murmurar, desesperado:

-Fobos... Fobos... ¡¡FOBOS!!.-Vociferó.

Todos voltearon las miradas al unísono. Al mismo tiempo que eran testigos de como la silla que ocupaba Deimos, comenzaba a agitarse.

-Fobos... Fobos...-Continuó murmurando.

-Bien hecho Téa... gracias por enojar a un Dios.-Comentó Paul.

Deimos alzó bruscamente la cabeza en dirección de los presentes. Sus ojos brillaban como dos rubís en la oscuridad. Sus cabellos comenzaron a arremolinarse y a cambiar de color, mientras pequeños hilos de fuego danzaban por toda la agencia.

-¡Detenganlo!.-Ordenó el Jefe.

-Yo lo haré.-Agregó Téa antes que Paul, hiciera algún movimiento.

Los pequeños hilos de fuego que flotaban por los aires, comenzaban ha transformarse en gigantescos brazos. Téa juntó sus manos, como si estuviese rezando, cerró los ojos y comenzó a murmurar palabras en otro idioma.

Acto seguido, el ambiente se sumergió en un silencio sepulcral. Como si Cronos el Dios del tiempo, hubiese succionado las horas, dejando en el ambiente un eterno letargo.

Luego de unos segundos, el tiempo volvió a la normalidad y las articulaciones de Paul, El jefe, Roberto, comenzaron a tener nuevamente movilidad. Los grandes brazos de fuego que habían aparecido de la nada, desaparecieron de la misma forma.

Continuará...