skip to main |
skip to sidebar
Existen caminos que unen y caminos que alejan.Los días pasan deprisa como pequeñas estrellas fugaces refugiadas en nuestras vidas.Esos días son inciertos, como nubes grises en una tarde gélida, listas para derramar nostalgia sobre un mundo que no entiende sobre su existencia.
Y nuestras vidas ridículamente cortas, nos hacen girar en problemas.
Nos llevan a la gloria pero siempre terminamos por caer en picada, con nuestras alas desgarradas... suplicando misericordia.
Existen caminos que nos llevan a un lugar y caminos que sólo nos hacen caminar. ¿ A dónde ?, quién sabe.
Días que pasan y no dejan de pasar, envejeciendo nuestros cuerpos. Aunque
sólo parece ayer cuando tenía siete años. Y los días no eran tan largos y
sombríos. Donde el sueño era una penitencia, donde soñar era algo común, donde mi mundo aún conservaba esos colores vívidos.
Los días pasarán...pasarán y nosotros no veremos su final...
Algunas personas se enamoran con el corazón.Algunas personas simplemente no quieren enamorarse... y otras simplemente no lo intentan.
Algunas personas toman el autobus de regreso a casa y mientras son llevadas hasta su destino, se preguntan ¿Qué es el amor?.
Algunas personas toman el autobus de regreso a casa y mientras son transportadas a su destino, se preguntan ¿Estaré enamorado?.
Algunas personas sólo toman el autobus de regreso a casa y mientras esperan llegar a su destino se sumergen en un profundo sueño.
Algunas personas viven enamoradas.
Algunas personas viven pensando estar enamoradas.
Algunas personas viven y no piensan en el amor.
Algunas personas, son esas personas que viven en nuestro interior.
Como una gran masa de pensamientos y sentimientos contradictorios,
llenando nuestra cabeza de acertijos y laberintos.
Algunas personas...
simplemente una persona, yo.
El hijo de Zeus.
Existen muchas formas de obtener poder, una de ellas ... ser un semidios.
Por largos años, el hombre ha tenido que sucumbir ante el poder de los dioses, aquellos seres divinos llenos de arrogancia han vulnerado nuestros corazones y los han cubierto de miedo.
He olvidado por completo el tiempo que llevo en este lugar, las horas, los días han pasado a ser imágenes amarillentas sobre páginas de algún
viejo albúm. Todo comenzó, cuando todo terminó.
Algún tiempo atrás ...
Estaba a punto de suplicar a los Dioses, subiendo al Olimpo, mientras caminaba a paso lento, me sentía como nunca, más humano que Dios. Por alguna razón, no me importaba ser reconocido como un héroe, tenía que obtener lo que me habian arrebatado, toda una vida, toda mi vida.
Y si por eso tendría que rogar, no lo hubiese dudado.El viento susurraba en mis oídos, acariciando mi rostro y alborotando mis cabellos. Podía sentir las nubes rozando mi piel, suaves como algodón, grises, cargadas de nostalgia. Listas para llorar sobre la tierra.
El suelo pedregoso hacía que tropesara por momentos, mientras mi mente deambulaba por algún rincón de este mundo, abandonando mi cuerpo,
dejandolo a su merced.
A merced de los Dioses, como Hades, quien en ese momento me bufó al oído, materializandose en forma de un anciano de
cabello ralo, ojeroso, con arrugas surcando zanjas en su rostro, encorbado y sosteniendose de un bastón en forma de serpiente.El cielo pareció oscurecer por unos breves segundos, mientras el Dios hacía su aparición, ondeando su viejo traje con la fuerza que procedía de su alrededor, haciendo que el viento soplara bruscamente.
Frente a mí, se encontraba Hades, señor del inframundo. Y por alguna razón, no me aterraba su presencia. Mi mente era humana, pero mi cuerpo
era de un Dios y aunque eso no me hacía más fuerte que él, tampoco me hacia vulnerable.
-¿Que te trae por estos rumbos, mi querido héroe? -Preguntó el Dios. Haciendo una mueca burlona y dibujando una sonrisa perversa en su rostro arrugado.
-Lo mismo te preguntaría señor del inframundo, ¿Cuál es el motivo de tu visita al Olimpo?, tendrías que estar cuidando el
trayecto de las almas, allá abajo y no aquí. Donde los Dioses gozan del esplendoroso sol de Apolo-Respondí.
Ví como sus ojos se llenaban de odio, frunciendo el ceño y mirandome fijamente, sentí la sed de sangre, que solo Hades puede guardar en su
interior. Sentí un escalofrío, como si todas las almas en pena del río Estigia viajaran por mi cuerpo y me dejaran escuchar sus lamentos.
Pero ni por un segundo tuve temor, durante largo tiempo he aprendido a no temer a los Dioses, el miedo ha desaparecido por completo de mi alma.
Ahora, estaba cara a cara con el causante que la mitad de mi vida sea una catástrofe. El Dios que me arrebato la mitad de mi alma, y tenía que pagar por eso.
-Veo que tus azañas han terminado por elevarte el ego, aunque me atrevería a decir que aún eres muy mortal como para desafiar a la muerte.
-Tengo lo suficiente de un Dios, como para dejar de temerle a la muerte.-respondí, frunciendo el ceño y viendo fijamente los ojos tétricos de Hades.
Hades era hermano de Zeus y Poseidón. Exiliado, humillado por sus dos hermanos. Fué destinado a cuidar el rumbo de las almas en el inframundo.
Yo, Dokós. Un semidios, Hijo de Zeus y por consiguiente, rival nato de Hades. Algunas personas me llamaban Héroe, otros sólo me insultaban y la verdad es totalmente una mentira. Salvé algunas aldeas de criaturas mounstruosas por el simple hecho de ganar prestigio ante mi padre, Zeus. Pero eso ha dejado de importarme, en este preciso momento cambiaría toda mi vida por la de un humano común.
-jajaja.-Rió Hades.
-¿Qué le hace gracia señor?.-Pregunté.
-Me he enfrentado a mis hermanos muchas veces, he asesinado criaturas que jamás imaginarias ver. He vivido mucho tiempo sobre una tierra muerta. Y tu, hijo de Zeus, tratas de desafiarme y creer que puedes rebelarte contra un poder mayor al tuyo. Eso es lo que me causa gracia y pena, Dokós.
-Pues, estas en lo cierto. Es así como suceden las cosas, y no por ser hijo de Zeus. Sólo por aparecer ante mí, creo que mereces morir.
Miré fijamente a Hades y no le quite la vista de encima. Él me sostenía la mirada y permanecimos así por algunos segundos.el viento se hacia cada vez más abrumador, empujaba mi cuerpo hacia atrás, pero parecía que al Dios no le afectaba esa cuestión. Porque seguía erguido, firme como una estatua.
-Entonces, Zeus ha perdido a un hijo.-Dijo Hades.
-Eso esta por verse.- respondí.Al tiempo que blandía mi espada y apuntaba a mi contrincante. Mis ojos emitieron un pequeño destello, como el de un relámpago y luego hice que esa energía se acomulara en mi arma. Cargandola de rayos. Ahora mi apariencia había dejado de ser humana.
-Igual que tu padre.-Dijo irónicamente Hades.Él solo me presenciaba, mientras yo resplandecía. Pero justo cuando iba a atacar, lanzando mis relámpagos sobre mi adversario. Hades había desaparecido de mi vista.
Intuitivamente volté, pero Hades ya estaba a mis espaldas listo para dar el golpe final. Pero en ese preciso momento un relámpago cayó en medio de nosotros, haciendonos volar en direcciones diferentes y dejando ver al señor del Olimpo y los cielos, Zeus.
Continuará...